En este preciso momento el mundo está cambiando. Se está revolucionando. Se siente con fuerza. Sus síntomas afectan la vida del hombre común. Sus amenazas empañan el futuro. Ni siquiera fue tan patente el efecto del cambio como cuando se desmoronó el patrón comunista y se desintegró la vieja URSS. El modelo del capital rampante hace aguas, mellada en su interior maquinaria. Ya no convence a nadie. Ya no rinde la felicidad que un día proyectó engañosamente como el pan de muchos, siendo el verdad el oro de una minoría. Porque eso de comer uno el lomito y que otros coman las orillas o sus restos, como que la gente no se lo cala más. Porque eso que propone el sistema de que seamos dos o tres ricos y millones los pobres, cual esclavos para la riqueza de un señor feudal, como que ya nadio lo traga. Porque eso de ir a la guerra y morir inciertamente para salvar una patria que realmente no es tuya, sino de una transnacional o ricachón, como que no lo quiere nadie. Como que se cayeron las caretas y empezó a verse la llaga. Porque es evidente que el sistema de la riqueza para unos pocos se despedaza pero se la juega, como dando sus últimas pataletas de ahogado. Usted mira panorámicamente y se apesadumbra. Nota que la decadencia empieza a totalizar. Que el cinismo empieza a cabalgar, cual jinete apocalíptico. Mira, atónito, cómo se sinceran los humores, las mentiras, las verdades, la cuentas, los cuentos, el alma verdadera del sistema capitalista a quien, en verdad, tú no le importas un coño. Que las instituciones empiezan a comportarse raras, parcializadamente, defendiendo intereses, con desparpajo. Ves a la ONU, institución comunitaria mundial, tomar una bandera en defensa de ciertos intereses y no lo crees. La ves ya guerrear, cual soldado alistado en determinado ejército. Notas con asombro cómo los plutócratas internacionales comienzan a recoger sus macundales, impúdicamente, con la tremenda mezquindad del vil metal que los caracteriza. Se robaron las reservas internacionales de Libia y preparan ahora el asalto a las de Siria. Así, en vulgar pillaje, como si esa vaina fuera de ellos, como si hubieran sido ellos los que sudaron el culo atesorando. Porque el bicho capitalista no es solamente el que atesora bienes a costa de la sangre de los demás; es, por antonomasia, el ladrón, el pillo, el asesino, el que te deja en la estacada en nombre del progreso y de la salud apenas te descuidas, para recluirte, por el contrario, en la barbarie y la enfermedad. Grandes loas a Venezuela, que decidió rescatar el oro (11 mil millones de dólares) que se llevó un día el Fondo Monetario Internacional (años ochentas) hacia las arcas de estos bandido y traerlo a la patria, a Suramérica, para proponer crear un fondo de reservas propio, latinoamericano, vía UNASUR, que los resguarde. ¡Carajo!
LA ONU CONTRA LA HUMANIDAD
Hace 1 mes
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