Con el caso Luis Tascón muchas cosas rodaron. Primero, por supuesto, fue su impacto. Su denuncia -fundada o no- dejó al descubierto viejas mañas combatidas: la existencia de grupos capitalizantes del poder, con su consiguiente autoritarismo, peor aun si esos grupos constituyen suertes de anillos del entorno presidencial. La denuncia, siendo fundada o no -repito-, dejó muy mal parado ante la opinión publica el democrático talante que debe tener un partido político como el PSUV, lejos de emblemas de la perdición como AD y COPEI. Además, la cosa quedó como que el que denuncia es castigado con expulsión, de forma tal que hay que entender que no se pueden molestar la vacas sagradas, muy parecidas a las de la Cuarta República. Tascón se fue o lo fueron, pero como se vio, con los resultados electorales en el PSUV, su maldición quedó. Muchas vacas sagradas del entorno presidencial quedaron por fuera de la escogencia para la dirección del partido... Y estas vacas sagradas son las que Heinz Dietrich llama la "derecha endógena", con Diosdado Cabello a la cabeza, curiosamente de corte militar. La mayoría de quienes no fueron electos son militares. Así, el vaivén político le hace honor a su naturaleza alternante: ayer lloraste, Tascón, hoy te sonríes, con una inocultable sensación de revancha.
LA ONU CONTRA LA HUMANIDAD
Hace 1 mes
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