El gobierno de Álvaro Uribe Vélez está contra el piso, el rostro sobre un charco. Cada día hay más certificaciones de la composición paramilitarista de su equipo de trabajo. La credibilidad de uno de los suprapoderes colombianos, el Congreso de la República, roza la superficie de la tierra por causa del proceso penal que viven cincuenta de sus legisladores, treinta de ellos presos ya. Algunos han pedido su disolución y convocatoria a elecciones, como la senadora ¡oficialista! Gina Parody. A cada cochino le llega su hora, dice el pueblo por aquí, y Uribe parece haber adoptado forma porcina al meterse en la cola de espera. Imaginó ganarse el crédito de los EEUU con su pasada actitud de cipayo al atacar el territorio de Ecuador para generar una convulsión en Suramérica. Eso lo hundió, porque chocó con el muro de concreto de los demás países unidos, Cumbre de Río y OEA incluidas. Cada vez que surge un santo convenciendo a todos de la pureza de sus principios, como él hizo con su lucha llamada "Seguridad Democrática", en contra de la guerrilla, surgen también resistencias que indefectiblemente intentan despojar de la máscara al santurrón. Eso fue lo que ocurrió: no hables de la guerrilla porque tu eres paramilitar. Lo último descubierto fue que estuvo tratando que su cuerpo diplomático y agregadurías militares estuvieran conformados por paramilitares en los cargos con el propósito de perseguir a refugiados y opositores al régimen. Dígame la joya llamada Germán Vargas Lleras, su amigo, con turbio historial hasta de narcotraficante. La mayor amargura es la que le ha generado el Congreso de los EEUU con su negativa a firmarle el Tratado del Libre Comercio (TLC). Habrá de sentirse engañado el presidente, ultrajado, utilizado para atacar a sus vecinos sin la merecida retribución a cambio.
LA ONU CONTRA LA HUMANIDAD
Hace 1 mes
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