Perú: las tropas estadounidense andan como Pedro (perro) por su casa

Es una cuestión de cuatro dedos de frente:  ¿para qué tú vas a meter unas tropas en tu casa que tú sabes luego irán contra tus propios intereses?  ¿Para qué hacerse el huevón con la idea de que tú eres bello y luego no irán contra ti mismo?  ¿Para qué engañarse y decirse que con meter unos bichos extraños en tu casa no se le hace daño a nadie, no se viola la soberanía propia y no se ofende la dignidad independentista de cada república en la región?  Es lo que pasa con las tropas norteamericanas en su afán de buscarles un acomodo a sus militares, siempre con el cuento de la ayuda humanitaria o combate al narcotráfico o la guerrilla para espiar tus intimidades.  Se trata de obtener información para ejercer el control.  ¿Hay que creer que los gringos entran a tú casa a tomar un café y a ayudar?  Pendejo serás.  Se meten allí para grabarte, espiarte, minar tu territorio para a futuro joderte.  No pierden la oportunidad para meter sus científicos disfrazados de cualquier cosa para tomar muestras del suelo y hacer pruebas, localizando tus yacimientos naturales, ocupando los lugares estratégicos, como las reservas de agua y petróleo, para hablar claro.  El colmo es que a cambio de semejante "ayuda" piden protección −de paso−, inmunidad contra sus actos, como se les dio en Colombia, donde son reyes de la especie humana.  Hoy en Perú, bajo el gobierno del otro vende patria de América, Alan García (el primero es Uribe), la gente se pregunta:  ¿qué carajos hacen las tropas estadounidense aquí?  ¿Qué demonios hacen perforando pozos de agua, inaugurando centros médicos o escuelas, cuando el personal peruano puede hacerlo?  ¿Por qué carrizos traen aviones y helicópteros de guerra si el objetivo es una misión humanitaria?  Lo que es peor es que ya en ese país las tropas gringas se siente como en casa:  en Ayacucho pasean de lo más destapado por las calles, quizás esperando que algún día se les dé un trato como en Colombia, su primera casa en América Latina.  Allá en Colombia son inmunes a todo:  si violan a una dama, no pagan.  Pero ¿cómo se explica que un gobernante se deje penetrar de tal manera, bajándose los pantalones hasta las medias?  La única explicación es la antidemocracia:  cada mandatario que se siente caído y se quiere aferrar perennemente al poder recurre al argumento de rifar los recursos de su país a precio de que lo protejan de ese monstruo llamado pueblo.  Vea la nota de prensa en Aporrea.org.