¡Qué si no da vueltas la vida! Míreme eso, paisa, a don Álvaro Uribe, presidente de Colombia, ahora diciendo que costará mucho llevarlo ante el Tribunal Internacional de Justicia, con sede en La Haya. ¡Vaya, vaya, vaya! Y es la Corte Suprema de su propio país quien se lo plantea, por interferir en el buen curso de la justicia con su paramilitarismo y los crímenes que detrás se presumen. ¡Es que este mundo es el infierno mismo que la gente se figura en el más allá! O para decirlo de otro modo: la lengua es castigo del cuerpo.
-¿Y eso por qué, paisa? -puede preguntar un despistado.
-¡Ah, pero, hombre, ¿no se acuerda usted que Uribe le había prometido la corte internacional a Hugo Chávez, presidente de Venezuela, hará unos dos meses.
-¡Ah, sí! Cierto, cierto...
Tan cierto que todavía uno sale del estupor de que un paramilitarista pretenda que todo el mundo es como él y, en consecuencia, le ofrezca el castigo que él mismo se merece. Como si se dijera que cada ladrón juzga por su condición. ¡Vaya, vaya, vaya! En Venezuela se dice que quien se mete con Chávez se jode. ¿Será cierto eso, paisa? Da gusto saber que el mundo a veces ingresa por el aro de la justicia, pagando quien tiene que pagar y exculpándose a quien tenga que hacerlo. El presidente Uribe está tan empantanado con el mundo del delito que cifra sus esperanzas en unos EEUU redentores, aunque ellos le paguen mal, le monten los cuernos con su ministro Santos y no le aprueben el TLC que tanto llora. Su entreguismo de enviar tropas a Afganistán, es una gran prueba de amor... Digo, de arrodillamiento.
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