El bombazo de Wikileaks: al presidente le tembló el pulso frente a las farmacéuticas y, culilludo, despidió a Eduardo Samán de su gabinete. Es lo que podemos decir, vamos a estar claros, dado que no hay explicación oficial para la salida del ministro barbudo, el mismo cuya barba fuera salpicada de arroz por una recalcitrante opositora que se había molestado porque le bajaran los precios de los alimentos en un supermercado del este de Caracas (¡Con mis abastos no te metas!). Es lo que podemos aventurar, y no me excuso por ello. No satisface ya la rutinaria y palurda argumentación de que fue el entorno presidencial el culpable. ¿Por qué? Porque a un ministro en última instancia lo despide el Presidente de la República, siendo secundaria la existencia de un entorno conspirante o no. ¿No se vendrá ahora a decir que el presidente firmó sin saber la expulsión de Samán, como en su tiempo firmara Ramón J. Velásquez (presidente transitorio) la liberación de un narcotraficante? ¡No me di cuenta! ¡Oh, oh! El rollo fue, como sabemos, que Eduardo Samán se ajustó los pantalones y empezó a enfrentar al poderoso gremio de las farmacias, tan fuerte como la industria de los armamentos en el mundo, bichos que, más que curar, matan gente como forma de negocios. ¿Quién no sabe que su negocio es enfermar para luego vender sus medicamentos, y medicamentos que no curan del todo por ser la acción en sí poco rentable? ¡Gente que no vale un pedo, por más batas blancas que porten! Por lo que se sabe, el ministro Samán iba en procura de la protección de los intereses de Venezuela como país, socio, parte actante, poniendo algo de orden sobre el impúdico mercantilismo de los envenenadores. Pero la vaina se fue al carajo con la decisión del presidente de darle de baja. ¿Las razones? Malo, la vaina apena, porque ─como dije─ ni con la explicación de un entorno conspirante se salva el pellejo presidencial. ¡Que en el intríngulis estuvo metido de cabeza el ministro de PDVSA y su suegra, además de otros detalles chismográficos de difícil digestión para el buche revolucionario!... Esa verga poco importa. Importa la rectificación presidencial ante su pueblo, la opinión publica, la verdad, sea ya dando una explicación al país, un freno a los señorones creídos de la industria farmacéutica en Venezuela, metiéndole orden a su entorno (¡carajo!) y reparando la semblanza del obliterado ex ministro. La cosa no se esconde a nadie: hay mucha gente arrecha por ahí, intelectual o no letrada, porque, como es efecto revolucionario conocido, al pueblo llano ya no se le escapan los detalles y habla con la clara conciencia de cómo son los hechos, analiza sus consecuencias y da clases sobre barruntos y premoniciones.
LA ONU CONTRA LA HUMANIDAD
Hace 1 mes
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