El 7 de mayo reciente, durante Foro anual del Consejo de las Américas realizado en el Departamento de Estado, en Washington, donde Bush dijera tantas linduras, como que Álvaro Uribe era un "valiente", Felipe Calderón admirable y los cubanos exiliados "inspiradores"; reconoció Condoleezza Rice que una revolución estaba "relineando la política de América Latina", siéndose testigos "nada menos que de una revolución social en la mayoría de nuestro hemisferio", teniéndose como causa a la "democracia". Para ella se estaba suscitando en América Latina "un tiempo de la inclusión, un tiempo para que la gente se sienta en casa y pueda participar en el destino de sus naciones” (Diario La Jornada, de México). ¿Qué os parece? Cualquiera que la oyese podría imaginarse que hablaba una gran demócrata. ¿Tiempo de inclusión y que los pueblos puedan participar en el destino de sus naciones? Perfecto. Es cierto, es así. Es la toma de conciencia de América Latina, la deuda atrasada de los cambios para el continente. Lo que no cuadra es que quienes se expresen de tal modo, describiendo los hechos, como si fueran muy tolerantes ellos, sean precisamente quienes parecen dispuesto a trabajar para que ninguna revolución ocurra por ningún lado. Es cuento viejo. Decir "Si" cuando es "No", negro cuando es blanco, democracia y soberanía cuando es golpismo, guerra e intervencionismo. Allí están las argumentaciones en un tiempo de su discurso (el de los EEUU): Irak, Afganistán, con el cuento del terrorismo y armas de destrucción masiva, inexistente; Bolivia, muy reciente caso, apoyándosele su "integridad territorial", como dijo en la misma reunión Thomas Shannon. ¿A quién le hace falta tal ayuda y tales reconocimientos?
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