En Venezuela se hizo memorable la actitud conciliatoria de Hugo Chávez, dispuesta al diálogo, por ejemplo, inmediatamente después de haber recibido el golpe de Estado. Incluso bajo el malestar de mucha gente que pedía castigo a los golpistas, aunque no tanto como en el pasado hiciera Morales Bello cuando pidió la pena de muerte, el presidente mantuvo su actitud, rayando a veces en la decepción para muchos. La historia le dio la razón: el gobierno bolivariano hasta el sol de hoy ha resistido los embates de los sectores violentos, quienes, desesperadamente, ansiaban que el gobierno respondiera con fuerza, para desargumentar al líder del proceso de cambios. Y se ha erigido Venezuela en ejemplo latinoamericano en tal sentido. Piedad Córdova no vaciló recientemente en decirle a quienes la acusan de traidora y embajadora de las FARC en su propio país que no desistirá de su trabajo de desmontar a un gobierno paramilitarista como el de Álvaro Uribe; una de sus razones para continuar adelante sin miedo, a su decir, fue la enseñanza que le dejó su paso por Venezuela, donde aprendió sobre la naturaleza y condición de los medios de comunicación social y sus fábricas de matrices de opinión. Evo Morales, ahora en Bolivia, parece también haber aprovechado la experiencia Venezuela: apenas culminó el fraudulento referendo secesionista, donde el 50% del universo electoral apoyó la medida autonomista, llamó a los sectores alzados al diálogo. Nada de medidas de fuerza per se: que sean las instituciones, según el tiempo natural que les tome su accionar, quienes se encarguen del problema. Además, en ese país, como dice Heinz Dieterich, el riesgo que se corre ante una medida de fuerza, de toque de queda, por ejemplo, es que gobierno tenga al día siguiente que entregar el poder por la probabilidad de que los complotados no obedezcan la medida y porque no disparen la fuerzas de seguridad del Estado, en la facultad y necesidad de hacerlo. Es lo que se busca, como se buscó en Venezuela: un poder desautorizado, obligado a renunciar. Y es lo más probable que ocurra en Bolivia, país de gran tradición política desestabilizadora, de utilizarse la fuerza y no el diálogo. La disposición al diálogo tiene el poder de tumbar máscaras.
LA ONU CONTRA LA HUMANIDAD
Hace 1 mes
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