Cayó el primer chicharrón español de la diatriba que sobre los inmigrantes generó la Unión Europea con su "delicadeza" de normar a los suramericanos en sus tierras, después que ellos vinieran a aquí a hacer su agosto y a sentirse como reyes. Se llama Héctor Navarro Fernández Ortiz, turista español, quien no pasó la primera de cambio con las autoridades de inmigración venezolanas. Se quedó una hora y media en el aeropuerto y luego adiós, de regreso a su patria, con la frustración de no poder pasar sus vacaciones en Venezuela. ¿Y esto por qué, se pregunta uno? Simple reciprocidad, se vuelve contesta uno mismo. Si nos piden papeles, permisos y nos amenazan por allá con detenernos hasta un año y medio, por aquí no podrán esperar que se les lance flores. Chequeos para todo el mundo. Lo hace Venezuela hoy como medida recíproca hacia España, pero ya lo estaba haciendo Brasil desde hace rato con sus turistas europeos. La cosa es seria. ¿Son mejores ellos que nosotros para que nos hagamos de la vista gorda ante su presencia? ¿Tendremos que decir siempre que los veamos: "Hay viene un espécimen europeo, nada de tocarlos, ellos son lo máximo"? ¡Qué va, caballeros! Muestre sus papeles, sus credenciales; ¿está legal?; ¿qué va a hacer en el país?; ¿cuánto tiempo?; ¿a dónde y a quien va a visitar? ¡Pase! Lo que es igual no es trampa, sino justicia. Ese síndrome de la superioridad europea ha debido acabarse desde hace mucho rato, desde la misma derrota de Hitler; porque no hace más que generar daños, afectado el todo diplomático, político y social. Con decir, nomás, que así es también en los negocios: a Europa, como los EEUU (su jefes), le encanta lo que llaman por ahí las relaciones asimétricas, el comercio asimétrico, la política asimétrica, la cultura asimétrica: tomas de mi un dólar, pero yo te tomo a tí, si es posible, además del mismo dólar.
LA ONU CONTRA LA HUMANIDAD
Hace 1 mes
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