Como decía el filósofo español: una generación se mide en 30 años, y es necesario su paso para que una sociedad cambie de ideas. Los viejos joden. Se apoderan de los destinos de un país y se niegan al cambio. Y si esos viejos son los viejos afanes por el dinero... ¡peor aun! La derecha política echó raíces profundas en la sociedad venezolana. Se metió como estupidez en la mente de los venezolanos y se autojuramentó como inteligente adorno del progreso humano. No se quiere ir –¿y quién?-. Recibe ayuda por doquier, por la derecha internacional, y, de cuando en cuado, da pataletas a ultranza para berrear por el poder. Queda en estructura, en la desolación de las mentes. Queda dueña del aparato imperial de los medios de comunicación. Queda en la obnubilación de seguir viendo al Norte –con todo y crisis- como el camino al cielo, para no hablar de sueños americanos. Hasta que no muera tanto adeco y copeyano que se mueve por allí con sus viejos genes de las desvergüenza y el entreguismo, no parirá la nueva era Venezuela. Con sus malas artes y mañas; con su corrupción internalizada; con su modo desvergonzado de inclinarse por otros países; con sus maneras insólitas de ser apátridas; con sus asesinatos. El mañana está en la semilla que se riega hoy, sobre la que se debe ejercer una concienciación férrea. Dejemos que los viejos mueran en paz y hasta ayudemos atendiendo a las nuevas generaciones. Al pasado se combate con futuro. ¡Qué hablen y suelten dinosaurios por esas bocas! ¿Quién podrá evitarlo? Es cuestión de mentalidad, de tiempo que pasa, de genética. Tienen una revolución al frente y la combaten porque apunta a su glaciación política.
LA ONU CONTRA LA HUMANIDAD
Hace 1 mes
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