Locos periodistas tras la pista del dedo de Franklin Brito

Orlando Zapata es un disidente cubano que murió después de 85 dias de huelga de hambre.  Como fue de esperarse, el asunto lo afilaron los medios de comunicación de la derecha internacional.  Cuba pasó a ser algo así como una de las tantas pailas del infierno dantesco.  Todo por obra y gracia de la mediática internacional.  Nada tiene que importar que en otros países haya presos en condiciones similares o peores respecto de la del disidente cubano, y que mueran; lo importante del cuento es que se trate de Cuba, donde ha de ser crimen lo que en otras partes es “justicia”.  ¿Candela, no?  Ahora, como en Cuba, lo que pase en Venezuela, Ecuador o Bolivia, ha de tener las mismas trazas.  Cualquier bandido mediático, corrupto, banquero o lo que sea ha de ser preso político si es opositor.   Simple.   Tal es la derecha política, sus transnacionales y sus pervertidos medios.  Pero el nodo del asunto es que en Venezuela quisieron hacer de Franklin Brito lo mismo que con Orlando Zapata, un espectáculo de muerte para atacar a Venezuela, aunque el señor Brito no estuviera en prisión como Zapata.  Sólo que estaba en huelga de hambre por un asunto de tierras, y eso le fue suficiente a la locura opositora para montar su evento mortal.  El propósito era promover la especie de que en el país se expropian a personas como Brito (quien llegó al extremo de cortarse un dedo para protestar), no quedándoles más remedio que morirse.  Podría casi decirse que ansiaban sacarlo del hospital donde estaba recluido para rematarlo a microfonazo limpio en la calle, para que el mundo viera que es verdad que se moría.  Parecían rogar que se terminase de morir y no quedarse ellos con los equipos de transmisión enhiestos.  Pero no ocurrió.  Ahora, dada la locura mediática derechista, es posible que anden todos esos locos periodistas buscando el dedo que el desdichado se cortó para exigir la devolución de lo que dice es suyo.  Se enteraron del cuento y parecen buscar con afán, aunque la lógica les grité que el dedo ya no debe de existir, que debe de estar descompuesto.